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Sin dudas sobre el bien y el mal.

"El sol no espera a que se le suplique para derramar su luz y calor. Imítalo y haz todo el bien que puedas sin esperar a que se te implore".


Epicteto de Frigia


A veces meditamos de forma sincera sobre el rumbo de nuestras vidas. Estas meditaciones crean semillas que se instalan en los rellanos de lo que llamamos destino, y lo hacen quizá para fijar el rumbo que indirectamente acabamos decidiendo.


Como compañera de ese viaje tenemos a nuestro lado a la duda. La duda revestida del sentido sobre el acierto de nuestra decisión, el acierto de nuestra ruta, el acierto del momento de fijarla o de lo que nos llevamos con nosotros por ese derrotero.


La duda se enquista en nuestro pensamiento e intenta robar el espacio a la determinación que nos llevó a dar ese primer paso. Todo forma parte de nuestra particular decisión. Como si de una balanza sutil se tratara, nuestra mente articula constante el equilibrio entre la decisión tomada y la duda que merma el peso de dicha decisión, quizá sin más motivo que llevarnos al desastre de la inactividad o la desidia.