Cuerpo, mente y movimiento: cómo las artes marciales pueden mejorar la salud mental y la imagen corporal en jóvenes
- Francisco J. Soriano
- hace 2 días
- 7 Min. de lectura

En los últimos años ha crecido de forma alarmante la preocupación por los trastornos de salud mental en la población joven. La depresión, la ansiedad, la anorexia y la bulimia no son problemas aislados, sino síntomas de una cultura que ha convertido la imagen corporal en un campo de batalla. Los adolescentes, especialmente las chicas, se enfrentan a un ideal estético inalcanzable reforzado por redes sociales, estándares comerciales, disciplinas deportivas y prácticas culturales que penalizan la diferencia y premian la delgadez extrema.
Los datos más recientes confirman que los trastornos relacionados con la autoimagen no son una preocupación menor ni un fenómeno aislado. En España, los jóvenes están expuestos a una presión estética constante que afecta directamente a su bienestar emocional, su percepción corporal y sus hábitos de salud. El panorama es preocupante.
El Estudio HBSC (por sus siglas en inglés Health Behaviour in School-ages Children), publicado por el Ministerio de Sanidad respecto al periodo 2018 - 2022 reveló que un 38,5 % de los adolescentes españoles presenta malestar emocional frecuente, cifra que asciende al 51,2 % en chicas, frente al 25,2 % en chicos. Según el informe #Rayadas de la Fundación Manantial, el 41,2 % de los jóvenes considera que el uso de redes sociales y dispositivos digitales influye negativamente en su imagen corporal.
Se estima que entre un 11 % y un 27 % de los adolescentes muestran conductas de riesgo compatibles con un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) y que, aproximadamente, 300.000 jóvenes entre 12 y 24 años lo padecen actualmente en España. Otros trastornos menos habituales relacionados con la autoimagen, como el dismórfico corporal (TDC), que implica una obsesión patológica con supuestos defectos físicos, afecta a cerca del 1,9 % de los adolescentes, siendo seis veces más frecuente en mujeres.
Y estos problemas se dan también en el mundo del deporte. En un estudio demoledor de la Revista Sanum se señala que el 59 % de los jóvenes deportistas de élite en España declara estar insatisfecho con su cuerpo, y un 11 % presenta síntomas de TCA debido a la presión por cumplir con estándares físicos específicos (Revista Sanum, 2024).

Por desgracia, estas cifras reflejan un fenómeno estructural, no una suma de casos individuales. La presión estética no solo proviene del entorno digital, sino también de ciertos modelos culturales, disciplinas deportivas y expectativas sociales que vulneran de forma continuada la salud mental juvenil. En este contexto, las prácticas marciales tradicionales, que promueven el respeto al cuerpo, la conciencia somática y la pertenencia comunitaria, ofrecen una alternativa pedagógica y terapéutica urgente y necesaria. Veamos ahora cómo y por qué las artes marciales, en nuestro caso chinas, pueden ofrecer un modelo educativo optimo para combatir esta problemática desde la raíz.
En España, los jóvenes están expuestos a una presión estética constante.
Un estudio reciente, publicado en la revista Heliyon por un grupo de investigadores chinos y surcoreanos (Zhang et al., 2024), demuestra de forma clara y cuantificable que la actividad física regular, particularmente cuando se vive como una experiencia de transformación y conexión social, mejora de manera directa la imagen corporal y la salud psicológica de los jóvenes.
Otras disciplinas como el ballet clásico, la gimnasia rítmica y ciertas formas de danza y competición deportiva han generado históricamente un estándar corporal que castiga la diversidad y exige la anulación de las formas naturales del desarrollo adolescente. En estos entornos, la funcionalidad real del cuerpo, su capacidad de equilibrio, de moverse de forma saludable, de expresar fuerza o vitalidad suele quedar subordinada a una estética de fragilidad, ligereza y rigidez que no son en absoluto naturales.

Numerosos estudios han relacionado estas prácticas con altos niveles de TCA, dismorfia corporal y depresión. En el ballet, por ejemplo, se exige mantener pesos corporales tan bajos que muchas jóvenes llegan a estados de desnutrición crónica, amenorrea e incluso alteraciones endocrinas severas. En la gimnasia rítmica o artística, el énfasis en la silueta ideal puede derivar en trastornos por atracón, autoimagen distorsionada o dependencia emocional de la aprobación externa.
En el ámbito marcial moderno también encontramos problemas relacionados con el cuerpo, aunque en base a otras exigencias de tipo deportivo. Prácticas habituales en deportes de combate, como los cortes de peso extremos para competir en categorías inferiores, implican ayunos prolongados, deshidratación agresiva, uso de diuréticos o laxantes, lo cual termina afectando de forma directa y a largo plazo al rendimiento cognitivo, al sistema cardiovascular y a la salud psicológica del deportista.
Las artes marciales ofrecen un modelo educativo optimo para combatir esta problemática desde la raíz.
Para completar un escenario de influencias nefastas debemos incluir en este ecosistema tóxico a la industria de la moda, que ha contribuido durante décadas a consolidar una estética corporal ligada al sufrimiento: modelos extremadamente delgadas, pálidas, sin desarrollo muscular ni grasa funcional, cuerpos «normativos» que representaban, o siguen representando, un ideal invertido de belleza. Un ideal que asocia la enfermedad con la elegancia y la privación con la virtud.

¿Qué dice la ciencia sobre actividad física y salud mental?
El estudio de Zhang et al. (2024) analizó una muestra de más de 850 estudiantes universitarios en China y evaluó tres variables clave:
Nivel de actividad física semanal.
Percepción de transformación corporal a través del ejercicio.
Nivel de adaptación y conexión social.
Los resultados fueron contundentes: cuanto mayor era la actividad física, mejor era la percepción del propio cuerpo. Perro quizá lo más importante de este estudio es que nos revela que esta mejora no dependía solo del cambio físico medible (menos grasa, más tono muscular), sino de la vivencia subjetiva de mejora y de la experiencia social positiva vinculada a estas prácticas. Más del 60 % del efecto positivo se explicó por la combinación de factores como sentirse transformado y estar vinculado a otras personas. Esto ofrece un modelo de intervención completamente distinto al que plantean los deportes centrados en la apariencia o en el resultado competitivo.
Cada vez más jóvenes presentan síntomas de malestar psicológico ligados a la imagen corporal.
Las artes marciales chinas tradicionales ofrecen una vía integral de desarrollo que combina actividad física consciente, filosofía de vida, expresión corporal y pertenencia a una comunidad movida por objetivos similares, no solo físicos o técnicos, también morales y éticos. A diferencia de otras disciplinas que exigen adaptarse a una forma ideal (alta, delgada, recta, frágil), las artes marciales valoran la funcionalidad real del cuerpo, es decir, su capacidad de moverse, resistir, adaptarse, fluir, caer o impactar. El cuerpo no se mide por su peso ni por su volumen, sino por su eficacia, coordinación y la armonía interna que conlleva el movimiento consciente.

Muchos de los movimientos se inspiran en animales, fuerzas de la naturaleza o conceptos filosóficos relacionados con la armonía y con el equilibrio interior. Esto transforma el cuerpo en una herramienta que funciona como un símbolo expresivo en un contexto de alto significado. El practicante no intenta «corregir» su cuerpo, se centra en escucharlo, entrenarlo y provocar transformaciones interiores que tienden al equilibrio. Y en ese proceso, redefine su identidad de forma natural y simple sin necesidad de encajar en un molde externo.
Por otro lado, en la práctica marcial tradicional, la relación con el maestro supone igualmente una guía que aporta seguridad y confianza a todo el proceso de instrucción. El grupo se convierte desde ese eje en una forma de comunidad, con unas normas comunes y unos objetivos similares. Se combate cualquier forma de humillación, se evita cualquier exposición innecesaria del cuerpo y se destruyen de antemano cualquier jerarquía estética externa; la uniformidad en el Wushuguan es un claro ejemplo de ello. El respeto, la constancia y el progreso compartido sustituyen la competencia destructiva por el desarrollo mutuo mientras que, defectos sociales como la envidia o el rencor se atacan desde una enseñanza basada en la admiración y en la expresión sincera de aquello que se sale del orden lógico y saludable de las relaciones humanas.
Las artes marciales valoran la funcionalidad real del cuerpo, es decir, su capacidad de moverse, resistir, adaptarse, fluir, caer o impactar.
Una llamada a educadores, padres y profesionales de la salud
Frente a un modelo social que cosifica el cuerpo juvenil, lo compara, lo castiga y lo expone al escrutinio constante de redes sociales y competencias absurdas de popularidad, las artes marciales ofrecen una respuesta concreta que transforma sobre la base del autocontrol, la humildad, la disciplina interior, la resiliencia y el respeto al cuerpo. Se inserta en la práctica una dimensión filosófica que ofrece sentido y propósito al esfuerzo, un claro antídoto a todo lo que hemos señalado hasta ahora.
En cualquier caso, no basta con hablar de autoestima, tenemos que generar contextos donde se reconozca el valor intrínseco de un cuerpo sano, un cuerpo que nos regala su funcionalidad y que permite que lo transformemos hacia versiones mejores de él cuando lo cuidamos como se merece. En la práctica marcial, un cuerpo saludable debe ser interpretado como un objetivo, sin perder de vista que es un regalo que nuestros padres nos han hecho para habitarlo desde el espíritu.
Debemos concluir prestando atención a las estadísticas, que no suelen mentir en el ámbito de las ciencias. Cada vez más jóvenes presentan síntomas de malestar psicológico ligados a la imagen corporal. Y muchos entornos deportivos o culturales, lejos de mitigar este sufrimiento, lo acaban amplificando. Las artes marciales chinas, por su naturaleza integral, por su simbolismo, por su ética y por su modo de enseñar, constituyen un espacio óptimo para la reconciliación de la mente con el cuerpo y para valorar el cuerpo como un aliado a nuestra misión humana. En en esa reconciliación, quizá también ejercemos un acto de resistencia hacia perversiones insalubres como el mandato de la delgadez extrema, la homogeneización generalizada, la estética del sufrimiento y la lógica del castigo. Es preciso volver al cuerpo como lugar de verdad, poder y salud, y debemos hacerlo entendiendo cuál es su importancia y nuestra dependencia de él para cualquier forma de plenitud o felicidad real que queramos alcanzar.
Otras fuentes consultadas
Zhang, R., Liu, F., Wang, X., & Wang, S. (2024). Towards active health: A study on the relationship between physical activity and body image among college students. Heliyon, 10, e38465.https://doi.org/10.1016/j.heliyon.2024.e38465
Jankauskiene, R., & Baceviciene, M. (2024). Mindful monitoring and accepting the body in physical activity mediates the associations between physical activity and positive body image. Frontiers in Sports and Active Living, 6, 1360145.
Levante, A. et al. (2024). Physical activity habits prevent psychological distress in female academic students. Heliyon, 10(4), e26626.
Masotti, S. et al. (2024). Body image and physical activity in Italian adolescents: a cross-sectional investigation. Children, 11(7).
Babic, M., & Kovac, M. (2016). The effects of rhythmic gymnastics on the body image of female university students. Health, 8(5), 507–513. https://doi.org/10.4236/health.2016.85054
Merino, M. et al. (2024). Body perceptions and psychological well-being: a review of the impact of social media and physical measurements on self-esteem. Healthcare, 12(7).
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