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El carácter fractal de las narrativas marciales y el lugar de la vignette

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Hoy se habla mucho sobre las artes marciales, y se hace un esfuerzo sincero por explicar su valor como vía de fortalecimiento, seguridad personal y desarrollo interior. Aun así, persiste una idea simplista y engañosa de vincular la práctica a la mera fatiga extrema. Se sigue pensando que entrenar consiste únicamente en repetir movimientos hasta el agotamiento, como si la fatiga física fuera per se la llave del progreso que todo el mundo espera obtener de dicho esfuerzo. Esa visión reduce la práctica a un ritual vacío, un probable acto de fe en el que la repetición acabará, casi por milagro, transformándose en una serie de destrezas absolutas que nadie termina de explicar.


En realidad, y aunque el cansancio es absolutamente normal cuando se realizan los esfuerzos del entrenamiento, el proceso es mucho más complejo, existiendo un esfuerzo interno complementario para el que pretende adquirir estas destrezas. Lo que da vida a la vía marcial no es la repetición en sí, sino la narrativa de fondo que organiza y conecta cada nivel de estudio, desde lo técnico y funcional hasta lo conceptual, filosófico y estratégico. El arte marcial, su proceso de aprendizaje y entrenamiento, es, en última instancia, una forma de contar una historia significativa. Una narración en la que el cuerpo y la mente en movimiento producen una interpretación particular y significativa de lo que se busca en lo más profundo del espíritu humano. Cuando todos esos estratos se integran, la práctica tiende a elevarse más allá de lo físico para terminar tocando dimensiones que pueden considerarse, sin exagerar, espirituales.

Lo que da vida a la vía marcial no es la repetición en sí, sino la narrativa de fondo que organiza y conecta cada nivel de estudio

Aunque esta apreciación se puede interpretar como un sesgo romántico, no lo es en absoluto. Cualquiera que estudie en profundidad un estilo convendrá conmigo que hay mucho más que trabajo físico en ellas y que lo histórico, lo simbólico, lo filosófico, lo psicológico y lo creativo se entrelazan en un largo cordón multidimensional entrelazado y coherente que es, en definitiva, lo que aporta esa fuerza atemporal de prácticas que han acompañado al ser humano desde el origen de las civilizaciones e incluso antes. Y esta es una realidad incuestionable, que requiere un cierto grado de orden para que podamos responder a la pregunta sobre la forma en que, todo esto, se articula en la práctica marcial cotidiana, esa que, lejos de cualquier reflexión filosófica, combina sudor, sensación, percepción y comprensión en un único acto de exploración y descubrimiento diario en las salas de entrenamiento, junto a los pares y frente al maestro o el profesor.


La clave de orden aparece cuando construimos los procedimientos óptimos que mantengan unidas las piezas del relato, sin quebrar sus vínculos más profundos, y sin que estos pierdan su significado y su potencial de interacción sinérgica con sus otros estratos narrativos. Uno de los elementos más relevantes para conseguir este objetivo es una herramienta pedagógica utilizada desde el pasado y extraordinariamente útil: las vignettes. Se trata de relatos breves, escenas pequeñas pero cargadas de significado, que funcionan como espejos del aprendizaje en los que el aprendiz puede ver reflejados elementos sutiles, aspectos de la vía marcial que son incomunicables directamente en términos contextuales.

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El término francés vignette, procedente de vigne (viña), designaba originalmente los adornos en forma de enredaderas en los márgenes de los libros. De ahí pasó a nombrar breves escenas literarias evocadoras. En el siglo XX se trasladó al ámbito pedagógico y a las ciencias sociales, donde se usó para provocar un estado reflexivo en docentes, médicos o psicólogos. De igual forma —tal y como veremos con más detalle en las próximas líneas— la tradición china ya utilizaba desde tiempos de Confucio herramientas similares (yǔlù, géyán, gōng’àn y xiǎo gùshì), es decir, microformas narrativas con un clara función pedagógica. La convergencia de estos procedimientos pedagógicos, tanto chinos como occidentales, como modelo excepcional de enseñanza, nos revela el carácter universal de la necesidad de que exista cierto sentido narrativo en la inserción de nuevos conocimientos sobre el entrenamiento marcial interno.


Estas pequeñas narraciones pueden consistir en un detalle mínimo pero de gran impacto personal en la clase, momentos en los que el maestro, en lugar de corregir con palabras técnicas cualquier detalle que requiere su intervención, coloca la mano sobre el hombro del alumno y le pide, por ejemplo, que respire «como si echara raíces en el suelo». Esa imagen, no basta solo para mejorar la postura, sino también para transmitir una profunda sensación en el alumno, creando en él un estado receptivo, que implica de forma inmediata a su imaginación y pensamiento reflexivo, empujándolo a un nivel más amplio de consciencia.

la tradición china ya utilizaba desde tiempos de Confucio herramientas similares

Si una escena tan pequeña puede contener tanta profundidad y generar tanto impacto personal es porque el relato marcial se comporta, en cierta manera, como un fractal. En un fractal el mismo patrón se repite en diferentes escalas, y eso mismo ocurre en la práctica. Así, un gesto técnico aislado puede llegar a reflejar la totalidad del estilo. En el caso de las formas (Taolu), el practicante encadena gestos y expresa principios tácticos y simbólicos que después se proyectan en la trayectoria vital, donde los ciclos de esfuerzo y superación se repiten a través de la observación y la reflexión inteligente. Podemos reconocer con claridad una estructura común en cada nivel de esta fractalidad, dentro de la narrativa de conjunto, ordenada según la siguiente clasificación:


  • Micro: cuando un gesto técnico contiene en sí mismo un fragmento de la historia del estilo.

  • Medio: cuando una forma (taolu) encadena gestos y refleja principios tácticos y simbólicos característicos del arte.

  • Macro: cuando el practicante reproduce en su trayectoria personal los ciclos de aprendizaje, error y superación, característicos de estas narrativas

  • Cultural: cuando la tradición entera refleja, en escala mayor, los mismos dilemas y valores que cada discípulo experimenta en lo cotidiano.


De esta forma, podemos apreciar como la tradición cultural encierra los dilemas y valores que cada aprendiz vive de forma particular en un formato individual y mucho más contextualizado. Cada nivel se refleja en el otro hasta tal punto que, por ejemplo, la manera en que un estudiante corrige un puño nos puede reflejar, en cierta manera, su forma de afrontar los problemas en la vida.


cita de sabiduría

Tal y como mencionábamos antes, la tradición china ha cultivado durante siglos recursos muy similares a las actuales vignette. Los yǔlù, por ejemplo, son registros breves de diálogos entre maestro y discípulo, como los que encontramos en los Analectas de Confucio. Consisten en pequeños destellos que no lo explican todo, pero que invitan a pensar. Las géyán, máximas breves y sentenciosas, cumplían una función parecida, a menudo acompañadas de una pequeña anécdota para ilustrar el principio que se quería transmitir.

 

dialogo de sabiduría

Por su parte, la tradición budista aportó los gōng’àn, relatos o diálogos breves entre maestro y discípulo, comparables a expedientes judiciales que establecen precedentes, que se convirtieron en una herramienta destinada a interrumpir la lógica habitual y abrir paso a una comprensión directa de la experiencia. Cuando este legado viajó a Japón, el término se adaptó como kōan y adquirió un lugar central en el Zen, especialmente en la escuela Rinzai, donde se sistematizó su práctica y se transformó en un método de entrenamiento espiritual muy estricto. Aunque con matices históricos y culturales propios, ambos conceptos comparten la misma raíz y finalidad: provocar en el practicante un quiebre de las estructuras mentales ordinarias para favorecer una mirada directa sobre la realidad sin interpretaciones.

 

sabiduría

 

Ya en la pedagogía más reciente, aparecen los xiǎo gùshì, literalmente «pequeñas historias», muy usadas en escuelas y en artes marciales para transmitir valores o técnicas. Finalmente, los ànlì, los «casos de estudio», representan la versión académica de este recurso, más cercana a lo que hoy llamaríamos «análisis pedagógico». En el ámbito marcial, el uso de xiǎo gùshì y ànlì son los más habituales. Tratan de historias breves sobre maestros que corrigen con paciencia, alumnos que superan pruebas o situaciones de combate que ilustran diferentes valores asociados al Wude y a la marcialidad en su conjunto, lo que termina insertando este conocimiento en la lógica narrativa de la vía marcial.


Tanto la vignette occidental como los xiǎo gùshì de la tradición china comparten una misma estructura que podemos identificar con claridad en los siguientes elementos:


  1. Contexto: se genera una breve introducción que sitúa la escena en la práctica.

  2. Acción central: se reproduce el gesto, diálogo o dilema que constituye el núcleo.

  3. Apertura: se determina un cierre, no definitivo, que invita a la interpretación y conecta con los niveles superiores de la narrativa.


Pero, entender estas historias no es suficiente, necesitamos algo más que captar un concepto de orden general, es preciso insertarlo en un relato coherente que signifique algo en nuestro marco conceptual de referencia individual. Podemos olvidar una técnica aislada, pero si se enmarca en una pequeña escena —un gesto, una palabra, un dilema— que nos afecta personalmente, quedará fijada de forma mucho más sólida en la memoria y podrá desplegarse más tarde en distintos niveles de nuestra comprensión y en el arte.

termina insertando este conocimiento en la lógica narrativa de la vía marcial.

En cualquier caso, su inserción en la formación no puede ser desordenada o fuera de contexto. Podemos afirmar que requiere incluirse de una forma determinada en cada estrato de los apartados trabajados en cada sesión. Así, para cada uno de estos escenarios sería recomendable abordar la historia con distintos matices. Vemos algunas referencias de ejemplo.


  1. Plano técnico: se puede abordar una escena en la que se muestra cómo un ajuste mínimo transforma el gesto en su conjunto. Debería incluirse dentro del segmento de tiempo dedicado a la reflexión sobre el desarrollo de una técnica previamente explicada y trabajada.

  2. Plano táctico: un relato breve puede referirse a una decisión crucial en combate, conectando la técnica con el contexto de destino. Un buen momento para introducirlas sería en el descanso entre combates en la fase de Sanshou de la sesión.

  3. Plano estratégico: podemos utilizar una narrativa que ejemplifique la constancia, la preparación o la gestión del esfuerzo. La utilización óptima sería al final de la sesión, durante la fase de relajación y vuelta a la calma. Puede alternarse con el siguiente punto que también recomendamos para esta fase final de la sesión.

  4. Marco ético-filosófico: se cuentan microhistorias que transmitan valores como la humildad, el respeto o la perseverancia. Aunque el momento fijo podría ser el final de la sesión, también es oportuno cuando el profesor o maestro entiende que el grupo está un punto receptivo para captar el mensaje.


También debemos adaptarlas a cada edad teniendo en cuenta la receptividad natural de cada etapa del desarrollo. En los niños pequeños, estas microhistorias se centran en dilemas muy básicos como ayudar o no a un compañero, rendirse o continuar, etc. Un poco más adelante, en la enseñanza a los adolescentes, se incorpora una doble capa técnica y ética, mostrando cómo la perseverancia en un movimiento puede reflejar también la perseverancia en la vida. Ya en los adultos, estas pequeñas anécdotas formativas alcanzarán una mayor complejidad, ciñéndose a dilemas éticos, estratégicos y filosóficos que conectan la práctica con nuestro mundo social y cultural.


En cada caso, la vignette y los modelos tradicionales narrativos actúan como un hilo conductor fiable que mantiene la coherencia fractal del aprendizaje y que hace que, lo que ocurre en un microepisodio de clase, se termine enlazando con la forma, con la trayectoria personal y con la tradición que se pretende aprender y comprender, consolidando y garantizando con ello la posibilidad de sumergirnos de verdad en las profundidades significativas y transformadoras del arte marcial que practicamos.

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