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El Mài Yì y su legado en el Wǔshù moderno: de las calles de Guangdong al patrimonio escénico


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Entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XX, en el sur de China, particularmente en la provincia de Guangdong, proliferó una forma de transmisión y exhibición marcial conocida como mài yì (卖艺), que significa literalmente «vender el arte». Este fenómeno, aún poco estudiado fuera del ámbito sinológico especializado, fue un componente fundamental en la configuración técnica, estética y social de las artes marciales sureñas. Su influencia, aunque bastante transformada, sigue siendo visible hoy en el wǔshù moderno, especialmente en su vertiente deportiva, escénica y turística.


Dados estos vínculos, intentaremos analizar con más detalle el contexto del mài yì, sus funciones sociales, sus mecanismos técnicos, y su impacto estructural en el desarrollo de las artes marciales chinas como práctica pública y representacional.


El término mài yì designa cualquier manifestación de arte escénico realizada en el espacio público a cambio de una compensación económica. Esto incluía cuentacuentos, músicos, magos, y de forma particular, artistas marciales. A lo largo del siglo XIX, las demostraciones de pugilismo y armas se convirtieron en una parte habitual de mercados, fiestas religiosas, ferias de templo y muelles comerciales del delta del río de las Perlas, zona de la máxima importancia en la historia de estilos de Kung Fu como el nuestro.


Los ejecutantes, conocidos popularmente como dǎ chǎngzi (打场子, «organizadores de la exhibición»), actuaban en medio de la calle o en plazas improvisadas, alternando formas coreografiadas de puño y arma con pruebas de resistencia, rotura de objetos o demostraciones de qìgōng. Finalizada la exhibición, ofrecían ungüentos, manuales impresos, o buscaban captar discípulos.



El mài yì cumplía al menos cuatro funciones básicas:


  • Subsistencia directa: era una forma de ingresos para practicantes, especialmente jóvenes rurales sin otra fuente de sostenimiento.

  • Promoción del linaje: la exhibición pública permitía a un maestro dar a conocer su estilo y captar estudiantes.

  • Validación técnica: mostrarse en público implicaba asumir el riesgo de ser desafiado o juzgado, lo que funcionaba como prueba de legitimidad dentro de los propios estilos marciales que se representaban.

  • Dimensión ritual: durante celebraciones y bodas, se esperaba la presencia de artistas marciales como augurio de protección, fuerza y fortuna.


Este sistema coexistía con formas más formales de enseñanza, pero tenía un alcance mucho más amplio entre la población no iniciada en las artes marciales.

Finalizada la exhibición, ofrecían ungüentos, manuales impresos, o buscaban captar discípulos.

El repertorio del mài yì se adaptaba al entorno urbano, con poco espacio y público no especializado. Por ello, se priorizaban secuencias cortas, dinámicas y visualmente impactantes. Los elementos más comunes incluían:


  • Formas breves de puño sureño (Hung Gar, Choy Li Fut, etc.).

  • Exhibiciones con armas legales (bastones, cuchillos mariposa).

  • Rompimientos de ladrillos, barras de hierro, o pruebas de resistencia física.

  • Integración de secuencias teatrales y coreográficas para enfatizar la expresividad visual.


Estas características anticipan muchos de los rasgos que hoy definen el nánquán moderno: movimientos explosivos, posiciones bajas, dramatización gestual y secuencias breves.


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El mài yì no fue un fenómeno aislado, sino que se enmarcaba en un contexto de represión política, movilidad laboral y clandestinidad cultural. Muchos artistas estaban vinculados a sociedades como la Tiandihui o los hongmen, y usaban la exhibición pública como cobertura para reuniones o captación de simpatizantes. Algunos saludos, gestos simbólicos o secuencias ritualizadas funcionaban como códigos internos de estas organizaciones que actuaban en la clandestinidad.


Además, las autoridades Qing, aunque restrictivas en teoría (prohibían reuniones de más de 40 personas armadas), solían tolerar estas actividades si los artistas pagaban tasas por ocupar el espacio público. Foshan y Guangzhou fueron dos núcleos fundamentales del mài yì. Figuras hoy célebres como Wong Kei Ying y su hijo Wong Fei Hung comenzaron su trayectoria acompañando exhibiciones en ferias y mercados. Chen Heung, difusor del estilo Choy Li Fut, financió parte de su red de escuelas mediante espectáculos callejeros.


El mài yì fue así una forma de profesionalización temprana del arte marcial al ofrecer una salida económica a muchos artistas marciales que no tenían otros recursos para sobrevivir. Aunque muchos de estos datos han sido romantizados por el cine, están respaldados por fuentes como crónicas periodísticas, fotos de época y estudios recientes.

solían tolerar estas actividades si los artistas pagaban tasas por ocupar el espacio público.

Con la fundación de la República Popular China en 1949, la mayoría de estas prácticas fueron reguladas o absorbidas por el aparato cultural estatal. El arte marcial pasó a formar parte de troupes acrobáticas, espectáculos turísticos o exhibiciones escolares. A partir de la década de 1980, con la reforma económica, el mài yì resurgió parcialmente en festivales, centros comerciales y ferias patrimoniales, pero ya como práctica institucionalizada.


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El wǔshù moderno hereda múltiples elementos del mài yì, en particular destacamos su componente escénico, su dimensión competitiva, la codificación estética de sus secuencias y su objetivo de impacto visual. A su vez, la lógica de «mostrar para convencer» sigue presente como reclamo para estancias turísticas de entrenamiento (como Shaolín o Wudang), shows de la danza del león y eventos deportivos globalizados. El mài yì representa por ello un eslabón clave para comprender la evolución hacia la performance artística y deportiva del Wushu tradicional.


Su existencia no solo permitió la supervivencia de linajes marciales durante periodos de inestabilidad, sino que definió el modo en que las artes marciales fueron vistas, practicadas y valoradas por la sociedad. Aunque se ha criticado por aparecer como una forma degradada de transmisión, en realidad fue una matriz originaria de visibilidad, técnica y adaptación, elementos que representan por sí mismos muchos de los valores marciales tradicionales. Comprender su historia nos ayudará a contextualizar mejor fenómenos actuales como el wǔshù deportivo, el kung fu turístico o el redescubrimiento del patrimonio intangible del que nacen muchas de las películas que empujan a la gente a interesarse por el Kung Fu. En todos ellos, de alguna forma, el arte sigue «vendiéndose», aunque sus códigos y escenarios hayan cambiado.

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