Los números como lenguaje del cosmos en la tradición china II
- Francisco J. Soriano
- hace 10 minutos
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De la filosofía a la estructura universal
En nuestra entrada anterior, exploramos los orígenes del pensamiento numérico chino en la cosmogonía del Dao De Jing, donde la progresión del Uno al Tres da origen a la «diez mil cosas». Partiendo de estos principios fundamentales del Tao y la dualidad Yin-Yang, la cultura china desarrolló otros sistemas numéricos más complejos como mapas para cartografiar la realidad. En esta entrada nos centraremos en los dos pilares de esta cartografía cósmica: el dinámico sistema de los Cinco elementos y el estable Bagua de los Ocho trigramas.
La teoría de los cinco elementos (Wǔ Xíng)
Es común encontrar el término Wǔ Xíng traducido como «Cinco elementos», pero esta es una simplificación de su verdadera naturaleza dinámica. El carácter chino Xíng (行) no significa «elemento» en el sentido que le damos en occidente, normalmente para referirnos a elementos físicos o energéticos, sino «movimiento», «fase» o «transformación». Por lo tanto, el Wǔ Xíng es un sistema de cinco estados dinámicos de manifestación de la energía o Qi (madera, fuego, tierra, metal y agua) en un ciclo perpetuo de transformación. Este sistema organiza todos los fenómenos naturales a través de dos ciclos principales de interacción.
El ciclo de generación (Xiāngshēng)
Este ciclo describe una relación de fomento y nutrición, donde cada fase da origen a la siguiente en una secuencia armónica:
• La madera alimenta el fuego (la combustión).
• El fuego, a partir de sus cenizas, fecunda la tierra (el sustrato).
• La tierra, mediante procesos geológicos, genera el metal (lo mineral).
• El metal atrae y condensa el agua (lo líquido).
• El agua nutre y hace crecer la madera (lo vegetal).
El ciclo de control (Xiāngkè)
Este ciclo describe una relación de dominio y equilibrio, donde cada fase controla a otra para prevenir el exceso y mantener la armonía del sistema:
• La madera, con sus raíces, penetra y desgasta la tierra.
• La tierra contiene y absorbe el agua.
• El agua enfría y apaga el fuego.
• El fuego reblandece y funde el metal.
• El metal corta y limita la madera.

Este sistema de correspondencias es fundamental en la Medicina Tradicional China (MTC), donde cada elemento se correlaciona con órganos, emociones, estaciones y sentidos, dependiendo de un equilibrio armónico entre todos ellos para que se manifieste un estado de salud óptimo.
Wǔ Xíng es un sistema de cinco estados dinámicos de manifestación de la energía o Qi
En contraste, otras culturas, tanto orientales como occidentales organizan estos elementos como sustancias constitutivas del cosmos, no como ejes dinámicos de transformación. En la antigua Grecia, por ejemplo, Empédocles y Aristóteles conciben el universo compuesto por cuatro raíces o elementos: tierra, agua, aire y fuego. Su diferencia fundamental respecto al Wu Xing chino es que son principios materiales estables, definidos por cualidades opuestas (caliente-frío, seco-húmedo), y su interacción produce la diversidad de las cosas, pero sin una quinta fuerza que las organice axialmente.

En tradiciones más cercanas a la China, como es el caso de la India, observamos cómo aparecen también cinco grandes elementos en la tradición védica y posteriormente en el Sāṃkhya (éter, aire, fuego, agua, tierra). Aunque también son cinco, su función es más ontológica que dinámica, ya que describen niveles de densidad de la materia, no fases de transformación del Qi. El Akasa (éter) cumple el papel de matriz sutil donde los demás elementos se manifiestan, mientras que en China ese «éter» no se concibe como un elemento sino como el Qi mismo en su estado más puro.
Ahondando en señalar todas estas diferencias de significado y número, vemos que mientras que en la mayoría de las culturas antiguas el espacio se organiza en cuatro direcciones (norte, sur, este, oeste), el pensamiento chino introduce el centro como una quinta dirección, creando una asociación entre las direcciones y los diferentes elementos antes mencionados.
Este: Madera
Sur: Fuego
Oeste: Metal
Norte: Agua
Centro: Tierra
El centro no es aquí un punto neutro, sino que se comporta como el eje que equilibra y coordina las demás direcciones. En ese sentido, el número cinco refleja una cosmología axial, no puramente cartesiana, donde todo fenómeno existe en relación con un punto de equilibrio dinámico. La tierra ocupará ese papel en el modelo de cinco movimientos que expusimos antes.
De modo análogo, el calendario agrícola chino reconocía cinco fases estacionales: primavera, verano, otoño, invierno, y una quinta estación de transición (tierra), situada entre cada cambio importante. Esta quinta estación servía para rearmonizar los ciclos naturales, igual que la Tierra estabiliza las transformaciones entre los demás elementos. Por tanto, podemos ver que la noción de cinco surge de la observación de los ritmos naturales, no de una abstracción filosófica.
el número cinco refleja una cosmología axial, no puramente cartesiana
A partir de este núcleo cosmológico, el cinco se proyectó como una red de correspondencias universales:
Notas musicales: gōng, shāng, jué, zhǐ, yǔ
Sabores: dulce, ácido, amargo, picante, salado
Órganos: bazo, hígado, corazón, pulmones, riñones
Colores: amarillo, verde, rojo, blanco, negro
Cada grupo corresponde a los cinco movimientos y refuerza la idea de que el cinco describe la totalidad funcional del mundo manifestado.

El Bagua y la arquitectura del cosmos
El número ocho ostenta una profunda importancia que va mucho más allá de su popular asociación fonética con la prosperidad (bā suena como fā, «prosperar»). Su verdadero poder cosmológico reside en ser la base del Bagua (Ocho trigramas), la matriz filosófica fundamental del I Ching (Libro de los cambios). El Bagua es un sistema que representa la totalidad de la existencia a través de las ocho combinaciones posibles de tres líneas, que pueden ser enteras (Yang) o partidas (Yin). El eje de este sistema reside en su representación de la trinidad cósmica: la línea superior representa el Cielo, la línea inferior la Tierra, y la línea media el Ser humano, cuyas interacciones y vicisitudes son capturadas en cada trigrama.
El Bagua es un sistema que representa la totalidad de la existencia
La sofisticación del Bagua trasciende la simbología y se adentra en la lógica matemática. Las líneas Yin y Yang constituyen un sistema binario que anticipó por milenios los fundamentos de la lógica computacional moderna. En el siglo XVII, el filósofo y matemático Gottfried Leibniz reconoció explícitamente que los trigramas y hexagramas del I Ching representaban un sistema binario completo, donde una línea Yin equivalía a un 0 y una Yang a un 1. El número ocho nace así de la combinatoria binaria de tres niveles duales, es decir, 23. Este hecho eleva el Bagua de un artefacto místico a un marco lógico de gran rigor.

Organizando el tiempo y la vida desde el doce
Y, si el cinco representa el dinamismo del cambio y el ocho la estructura de lo manifestado, el número doce funcionará como el contador cíclico principal de la cosmología china, proveyendo el ritmo fundamental del tiempo.
Su origen se encuentra en la observación celeste, particularmente en el ciclo orbital de Júpiter, que dura aproximadamente 12 años (11,86). A partir de esta observación se establecieron las denominadas Doce ramas terrestres (Dìzhī), un sistema que se asocia con los doce animales del zodíaco chino y que se utiliza para medir los años, los meses y las doce «doble-horas» que componen un día.
Este sistema temporal alcanza su máxima expresión en el ciclo sexagesimal de 60 años, un complejo engranaje calendárico considerado el «motor del tiempo» que rige los ciclos de la vida humana y de la historia. Este ciclo se crea mediante la combinación de las 12 Ramas terrestres (asociadas a la Tierra y al Yin) con los Diez troncos celestes (Tiāngān), asociados al Cielo y al Yang. Esta compleja interacción rige no solo la astrología personal, sino también los grandes ciclos históricos, demostrando una vez más la interconexión entre los patrones celestes y el destino humano.
Con estos tres números fundamentales hemos delineado a grandes rasgos los mapas numéricos más relevantes de la cultura china, sistemas que organizan la naturaleza (5), el espacio (8) y el tiempo (12). En nuestra próxima conclusión de la serie, veremos cómo estos atlas abstractos cobran sentido en prácticas humanas más significativas y vinculadas a nuestro contexto, tocando desde la sanación del cuerpo, hasta la presencia de estructuras numéricas en los más profundos fundamentos conceptuales de las artes marciales tradicionales.
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