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No basta con llegar, hay que llegar duro

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Hemos visto más de un combate en el que uno de los púgiles recibe un golpe tras otro y,

sonriendo, invita a su oponente a que continúe la descarga. Muchos se preguntan cómo es esto posible. En realidad, no hay nada sobrehumano en esto. Hay dos factores que lo permiten, el primero es el entrenamiento de encaje que hace el púgil que recibe el impacto, que va desde un correcto acondicionamiento del cuello hasta el hábito de anticipar el golpe y reducir su contundencia con micromovimientos reactivos, centrados en la absorción y en «no ir hacia el golpe». El segundo factor es que el golpe que se está aplicando no tiene la potencia real ni la precisión que se requiere para tumbar al oponente.


Esta información, aplicada a la situación específica que estamos relatando, nos facilita un mejor diseño del entrenamiento para ambos roles, el defensivo y el ofensivo o, mejor dicho, el del que recibe el golpe y el del que lo ejecuta. No siempre la ejecución del golpe tiene un carácter ofensivo dentro de un intercambio y no siempre tiene la absorción un carácter defensivo puro, ambas acciones se contaminan mutuamente en proporciones variables, sobre todo cuando el adversario no es un saco ni un martillo.


Entrenar la fuerza máxima de golpeo de puño reviste la importante complejidad de mantener el equilibrio entre potencia y seguridad articular. Es cierto que, en un combate deportivo, las muñecas van vendadas y los guantes absorben una parte importante de la fuerza en dos direcciones. Nos interesan, sin embargo, los prolegómenos, es decir, el entrenamiento para desarrollar estas acciones explosivas y sus implicaciones en un combate real sin protecciones.


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Los métodos tradicionales trabajaban el impacto mediante progresiones de carga sobre superficies distintas, las primeras con una mayor absorción que las últimas. Aun así, la insistencia en la repetición sin los oportunos descansos de recuperación de estos tejidos generaba, a la larga, una serie de lesiones internas. Pese a los medicamentos utilizados para paliar estos daños, la repetición sostenida y el aumento progresivo de potencia terminaban por degradar las superficies articulares de las manos y por generar artrosis y otras lesiones.

Entrenar la fuerza máxima de golpeo de puño reviste la importante complejidad de mantener el equilibrio entre potencia y seguridad articular.

Dar un golpe de piedra requiere una larga preparación y que olvidemos algo a lo que no se deja de volver: las repeticiones de impacto con máxima fuerza. Te explico por qué.


El cartílago articular está compuesto por una matriz sólida (principalmente colágeno y proteoglicanos) y una gran cantidad de líquido. Cuando se realiza un impacto fuerte, el cartílago actúa como un amortiguador hidráulico. Su potencial viscoelástico hace que el tejido responda de manera diferente según la velocidad de la carga a la que se le somete. Dado que el golpe suele ser un impacto muy rápido, el tejido se vuelve instantáneamente más rígido para resistir la fuerza y proteger el hueso que está debajo.  De forma simultánea, el agua dentro de la matriz del cartílago se presuriza y fluye. Este movimiento del fluido disipa la energía del impacto. Una vez que el impacto termina, el cartílago reabsorbe el agua y vuelve a su forma y grosor originales, listo para el siguiente golpe.

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El deterioro progresivo del tejido ocurre cuando los impactos repetitivos superan la capacidad de recuperación del tejido, lo que nos llevaría a un proceso de colapso por la fatiga del material biológico y por desgaste, un círculo pernicioso en el entrenamiento que sigue la siguiente ruta de deterioro:


  • Micro-daño: Cada impacto que es demasiado fuerte para ser disipado por completo causa micro-fracturas en la red de colágeno.

  • Pérdida de proteoglicanos: Con el daño repetitivo, el cartílago pierde proteoglicanos. Estas moléculas son las que «atrapan» el agua.

  • Deshidratación: Al perder la capacidad de retener agua, el cartílago pierde sus propiedades viscoelásticas. Se vuelve menos capaz de amortiguar.

  • Acumulación de daño: Al ser menos elástico, cada impacto futuro causa aún más daño. El tejido se vuelve más delgado, se agrieta y se desgasta, exponiendo el hueso subyacente.


La primera función del entrenamiento debería ser siempre garantizar la operatividad y el rendimiento. Estos dos factores se verán comprometidos en una zona lastimada entrenamiento tras entrenamiento. Debemos pues encontrar una fórmula que permita golpear con muchísima fuerza y que durante el proceso de entrenamiento no nos deje literalmente incapacitados para ese tipo de acciones. Me gustaría ver las manos de los luchadores que combaten actualmente sin guantes dentro de 10 años de práctica.

La primera función del entrenamiento debería ser siempre garantizar la operatividad y el rendimiento.

Por tanto, el entrenamiento de impacto debería seguir estas pautas que considero fundamentales:


  1. Consolidación estructural de la cadena cinética. La rotura no tiene por qué originarse en los nudillos o la muñeca; puede aparecer en el codo, el hombro, el cuello o en la estructura de eje que permite aplicar el torque desde la base hasta el extremo. Trabajar toda la cadena primero en isometría y después con estrategias de flexoextensión combinada, siempre dentro de la mecánica funcional del golpe, garantiza la precisión estructural y evita disipaciones energéticas.

  2. Acondicionamiento gradual de tejidos. Acondicionar tejidos externos e internos respetando los tiempos de recuperación específicos para cada uno; no insistir en impactos hasta que dichos tejidos se hayan recuperado por completo y muestren signos adaptativos (no dolor, no molestia y buenas sensaciones dentro de la acción).

  3. Desacoplar y trabajar cualidades por separado. Velocidad y fuerza pueden entrenarse sin impacto final. De este modo, mediante acondicionamientos independientes (fuerza, velocidad, impacto, recuperación) se pueden integrar después en procesos unificados que permitan golpear con máxima fuerza, con precisión y sin dañarnos durante la adquisición de esta cualidad esencial para el combate.


Seguir estas pautas exige paciencia, observación, humildad y conocimiento, cualidades que deben formar parte obligatoria de cualquier artista marcial que aspire a avanzar en las exigencias del arte sin romperse por el camino.

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