Neuroplasticidad, pedagogía marcial infantil y creatividad como competencia profesional
- Francisco J. Soriano
- hace 1 día
- 5 Min. de lectura

Durante generaciones, el rol del instructor/maestro en artes marciales ha estado fuertemente asociado a la transmisión técnica. Grosso modo, enseñar consistía en mostrar una forma, corregir posturas o repetir unas secuencias. En el caso infantil, esta lógica se ha adaptado a través del juego, la simplificación o la imitación. Sin embargo, en la actualidad, los avances en neurociencia, psicología del aprendizaje y pedagogía somática nos muestran que el aprendizaje infantil no es el resultado de la acumulación mecánica de repeticiones, sino de la reorganización funcional del sistema nervioso en interacción con un entorno cuidadosamente diseñado.
Cuando un niño toma conciencia de cómo se mueve, de lo que siente y de cómo organiza su cuerpo en el espacio, su capacidad de aprender puede mejorar de forma exponencial.
El cerebro infantil presenta unas condiciones en su desarrollo donde la plasticidad, es decir, la capacidad de modificar su estructura y funcionamiento en respuesta a la experiencia, es máxima. Pero esa plasticidad no se activa de forma automática ya que requiere estímulos significativos, condiciones organizadas, emociones bien reguladas y marcos de sentido, generales y específicos, coherentes. En este escenario, el papel del instructor debe reconfigurarse a alguien capaz de diseñar un entorno de aprendizaje que favorezca la reorganización saludable y eficaz del cerebro infantil teniendo en cuenta estas necesidades.

La neuroplasticidad es el fundamento biológico primordial del aprendizaje, especialmente visible durante la infancia. Además de ser la base para que los niños adquieran nuevas habilidades, regula igualmente la manera en que se forman hábitos, se consolidan respuestas y se desarrolla la capacidad de adaptación (uno de los principales objetivos de la práctica marcial).
El instructor es alguien capaz de diseñar un entorno de aprendizaje que favorezca la reorganización saludable y eficaz del cerebro infantil
Esta plasticidad se activará en función de cómo se organice la experiencia, y no toda experiencia es igualmente eficaz para producir cambios duraderos. Por eso, las condiciones en las que se produce el aprendizaje pueden ser tan importantes como el contenido mismo de cada sesión. El entorno debe sostener, facilitar o bloquear procesos internos del alumnado, teniendo en cuenta elementos como el suelo de la sala, los materiales utilizados, la voz del instructor, la uniformidad, el ritmo que percibe en la sesión, el orden o el caos que lo rodea, la manera en que se siente observado o guiado, etc.
Un concepto especialmente útil para entender este diseño es el ratio señal-ruido (SNR), tomado de la teoría de la información y adaptado por la teoría ITMA (Teoría integrativa de las artes marciales) al ámbito pedagógico. En términos sencillos, esta teoría plantea que la señal representa aquello que el cerebro del alumno necesita identificar, procesar y consolidar como aprendizaje; el ruido es todo aquello que interfiere, desorganiza o compite por la atención sin aportar valor.

Cuando la señal es clara y el ruido está controlado, la plasticidad se orienta de manera eficiente. Pero si el ruido domina la sesión de aprendizaje, bien sea ruido auditivo, emocional, cognitivo o ambiental, el sistema nervioso no distingue con precisión lo que debe consolidar, y el aprendizaje se vuelve confuso, superficial o incluso puede llegar a ser contraproducente. En la infancia, este equilibrio es aún más delicado porque el niño tiene menor capacidad de autorregulación, sus filtros atencionales son más frágiles y su sistema emocional está en desarrollo.
A través de una cascada neurofisiológica que va desde los estímulos sensoriales hasta la sincronización funcional de redes neuronales, la práctica marcial, cuando está bien diseñada, puede guiar al sistema nervioso hacia un estado de «cuasicriticalidad», es decir, un equilibrio dinámico entre rigidez y caos, ideal para la adaptabilidad, la salud y el aprendizaje profundo en cualquier ámbito. Esto hace que la función del monitor incluya orquestar un escenario donde esa técnica tenga sentido, donde el cuerpo quiera integrarla y donde el niño pueda reorganizarse a través de la experiencia con un cierto grado de autonomía.
La señal representa aquello que el cerebro del alumno necesita identificar, procesar y consolidar como aprendizaje
Aunque se trata de una teoría reciente, numerosas investigaciones respaldan esta idea. El meta-análisis de Fretes et al. (2025), por ejemplo, muestra que el ruido ambiental reduce significativamente el rendimiento cognitivo de niños y adolescentes, con efectos claros sobre la memoria, la atención y la comprensión. Massonnié et al. (2020) han documentado cómo los niños perciben y reportan las distracciones del aula como elementos molestos y perturbadores. Faisal et al. (2008), desde la neurofisiología, han explicado en términos similares cómo el ruido no solo proviene del entorno, sino que también puede generarse dentro del propio sistema nervioso, especialmente cuando hay sobrecarga sensorial o emocional.
La neurociencia de sistemas complejos ha demostrado igualmente que el aprendizaje no sigue trayectorias lineales. Desde esta perspectiva, el cerebro no se explica por la actividad de una neurona aislada, sino por patrones de conexión, sincronización, cooperación y competencia entre múltiples niveles, como son sinapsis, microcircuitos, redes corticales y sistemas funcionales completos. Este enfoque implica que el comportamiento del sistema, es decir, cómo aprendemos, cómo recordamos o cómo nos adaptamos, surge de interacciones distribuidas que se reorganizan con la experiencia. También explica por qué pequeños cambios (ruido, distracción, fatiga, estrés) pueden amplificarse y alterar la eficiencia del aprendizaje, o por qué ciertos patrones de práctica generan reorganizaciones profundas, ya que la red busca estabilidad, eficiencia y economía energética.
Todo esto nos obliga a insistir en la necesidad de diseñar entornos pedagógicos que favorezcan experiencias ricas en señal y pobres en ruido. Para el instructor, esto significa controlar la carga verbal, el ritmo de las sesiones, la claridad de las consignas y la estructura emocional del grupo, generando condiciones donde el cerebro infantil pueda organizar con eficacia su respuesta adaptativa al entorno y evitando obstáculos que interfieran el proceso. Además, cada niño responde de forma distinta al mismo estímulo, lo cual manifiesta la verdadera complejidad del sistema y exige una importante dosis de creatividad docente.

Hablar de creatividad en la enseñanza marcial infantil no significa «hacer cosas divertidas» o «tener recursos originales», sino ser capaz de diseñar todas estas condiciones variadas, simbólicamente potentes, emocionalmente seguras y eficaces en el ámbito cognitivo con una finalidad funcional. Esa creatividad puede manifestarse de múltiples formas como, por ejemplo: el orden de los procesos de la sesión, los cambios de intensidad física o emocional, la manera de narrar una sesión (las voces y sonidos del monitor), la introducción de elementos sorpresivos, la elección de metáforas o personajes ficticios que aparecen en el juego instrumental lleno de referencias, imitaciones, propuestas de colaboración o, entre otras muchas más, preguntas fáciles significativas y pertinentes.
No se trata solo de entrenar bajo unas condiciones, aunque sean lúdicas, sino que se debe establecer una arquitectura de sesión sensible, que permita modular el ritmo según la energía del grupo, estructurar el espacio desde una estética determinada o interpretar en clave emocional las respuestas infantiles a las propuestas didácticas que hemos planteado. En cualquier caso, componer experiencias que modelen el cuerpo, la atención, la emoción y la organización neural del niño, de forma coherente y segura, desde la creatividad no es tarea sencilla, tampoco un don, se trata de una responsabilidad que debe cultivarse, desarrollarse y exigirse con el mismo rigor que se espera en el ámbito técnico.
En nuestra próxima entrada mostraremos los 7 factores fundamentales que hemos establecido en el programa Kung Fu Play para el diseño de la arquitectura creativa del entrenamiento marcial infantil, un marco de apoyo conceptual que nos ayudará a configurar ese espacio óptimo, reduciendo el ruido y favoreciendo la disposición natural de los más pequeños a aprender y disfrutar haciéndolo.























