ENTRENAR SANDA. EL COMBATE DEPORTIVO DEL WUSHU
ENTRENAMIENTO DEPORTIVO O TRADICIONAL
La confusión habitual entre entrenamiento marcial tradicional y entrenamiento de deportes de combate puede quedar resuelta fácilmente si establecemos el marco de utilidad de ambos enfoques. Hemos hablado en múltiples ocasiones sobre las claras diferencias entre acciones con intención de dominio y acciones con intención de supervivencia, con todo lo que esta última palabra implica.
Nuestra tarea como profesores es, además de enseñar de la forma más efectiva posible las disciplinas que impartimos, resolver cuestiones de este tipo que pueden mermar la motivación de entrenamiento de los alumnos, una motivación ya de por sí sujeta a demasiados parámetros externos a los fundamentos originales de la práctica.
Cuando entrenamos un arte marcial tradicional, la programación, la estructura formativa, el diseño de las sesiones, las propuestas de trabajos personales y un largo etcétera más, están sujetos a una ley de progresión natural que determinará, por sí sola y bajo la atenta mirada del profesor, cuándo elevar el nivel de intensidad de la práctica, cuándo incorporar nuevos contenidos técnicos y qué metas a corto, medio y largo plazo debemos plantearnos como rumbo definitivo en nuestra práctica personal.
El entrenamiento siempre debe estar supeditado a los objetivos generales y específicos para los que fue creado el sistema o modelo de actividad física en el que se pretende progresar.
La utilización del arte en el terreno del combate es posible que no llegue a suceder nunca a lo largo de nuestras vidas; entrenamos con otros objetivos de orden superior. Los momentos de supervivencia pueden llegar de improviso y nuestra capacidad de modificación inmediata a dicho contexto, así como los fundamentos y rudimentos que podamos emplear en dicha situación, estarán sujetos a múltiples valores que no podemos anticipar en detalle.
El entrenamiento de una modalidad de combate deportivo es, en este sentido, mucho más fácil de diseñar puesto que podemos anticipar un mayor volumen de elementos de los que se darán cita en el instante de uso.
La duración de los combates, los pesos relativos, el conjunto de opciones técnicas que se puedan utilizar, la existencia de un juez regulador y, entre otros muchos elementos más, el objetivo inequívoco de vencer por puntos o por K.O. a nuestro oponente temporal, nos permiten anticipar muchos elementos del contexto para el que se han desarrollado las estrategias, tácticas y técnicas de este modelo de combate deportivo.
La planificación deportiva lleva por otro lado aparejada una serie de exigencias propias de la competencia que distan bastante de las que requiere un entrenamiento tradicional.
Las exigencias de desarrollo psico-físico, de mecanización de secuencias, de adaptación al tipo de protecciones que se utilizan en cada tipo de prueba, nos reduce enormemente el número de campos a los que hay que prestar atención, a la vez que nos ayuda a convertir el modelo de lucha, dentro de su oportuno nivel de estrés general, en una forma de divertimento regulada.
OBJETIVOS DEL ENTRENAMIENTO Y ENFOQUE
Dentro del conjunto de actividades que afrontamos en nuestra labor formativa, establecemos diferentes grupos de objetivos en el diseño del entrenamiento de cada modalidad. Estos grupos de objetivos se definen en base a las cuestiones a las que nuestro entrenamiento debería dar las oportunas respuestas efectivas.
Cuando comenzamos una programación de práctica deportiva debemos establecer inicialmente una diferencia importantísima a la hora de concretar los objetivos a corto, medio y largo plazo de dicha programación.
El entrenamiento para el ámbito del practicante aficionado al Sanda es diferente al planteamiento de diseño de un programa de entrenamiento para un deportista competidor. Competir en campeonatos es muy diferente a combatir en la escuela con la intención de disfrutar de los beneficios de esta práctica deportiva.
Parece que un buen punto de partida para concretar estas diferencias puede ser definir qué cuestiones debe resolver el entrenamiento en cada caso y cuáles son los objetivos específicos ligados a dichas cuestiones.
El triángulo del entrenamiento se establece en diferentes áreas interdependientes que deben abordarse dentro del enfoque pedagógico del programa y atendiendo a las necesidades específicas, tanto del grupo como del individuo. Podemos concretar que, ya que el entrenamiento de un competidor requiere un enfoque mucho más personalizado que el entrenamiento de un aficionado al combate deportivo, este debe quedar enmarcado dentro de una propuesta colectiva de evolución dentro de un grupo de entrenamiento.
Programar a grupos no encaja a la perfección con el tipo de entrenamiento específico que deberá abordar el competidor, debemos diseñar un entrenamiento que permitan diferentes niveles de entrenamiento en una misma sesión. Las áreas generales que el entrenamiento debe cubrir son:
condición física
estrategia/táctica/técnica
psicología
Veamos algunas de estas áreas en detalle:
La condición física
La condición física del practicante aficionado debe garantizarle la oportuna progresión y aguante del modelo de sesión grupal en el que se incluye su entrenamiento. Nos referimos a una condición física estándar mínima que permitirá una mejora progresiva de su rendimiento psicofísico en situaciones de entrenamiento generales de 4 o 5 horas semanales.
Las exigencias de potencia anaeróbica, de fuerza, de resistencia aeróbica, de precisión técnica y de pensamiento estratégico, estarán en rangos medios óptimos que no comprometan su integridad física y que le ayuden a realizar una actividad duradera con amplias posibilidades de aplicación de lo aprendido en la escuela.
En el caso de un competidor, la condición física supone el pilar inicial de la construcción de su estructura de competencia. Un competidor sin capacidades físicas excepcionales siempre estará en la cola de los éxitos deportivos con menos posibilidades, más que la fortuita, de vencer a oponentes mejor preparados físicamente.
La potencia anaeróbica de un luchador de Sanda debidamente entrenado ronda los 5 vatios x kilogramo de peso en los mecanismos de triple extensión superiores (brazos) y, en los mecanismos de triple extensión inferiores (piernas) los 10 vatios x kilogramo de peso (Test de Wingate).
Esto supone una diferencia cercana al 100% con respecto a un individuo entrenado en un ámbito de grupo de práctica como aficionado, lo cual nos permite anticipar con claridad las dificultades para la victoria del segundo en un virtual enfrentamiento con el primero en un combate reglado.
En entrenamiento de la parte física debe ser, por lo tanto, un modelo que permita al competidor desarrollar su resistencia y su potencial anaeróbico, dada la exigencia de tiempos y de intensidad del combate reglado (2 a 4 minutos por asalto). También debe garantizar una gran resistencia aeróbica (un valor medio de consumo de oxígeno máximo en torno a 60 ml/kg/minuto) para poder mantener la condición física durante el número de asaltos que dure la competición.
Es cierto que, en el Sanda deportivo no profesional, suelen hacerse dos asaltos con una posibilidad de desempate en un tercero pero, dependiendo de la categoría de combate (pesos) y del número de competidores en dicha categoría, el número de asaltos finales realizados a lo largo de la competición pueden ser más de 8.
Dado que el entrenamiento de ambas resistencias requieren trabajos diferentes, pese a que parte del desarrollo de las dos resulta concomitante, y que el marco contextual idóneo de su desarrollo es el combate, parece lógico pensar que el entrenamiento deportivo del competidor debería basarse progresivamente en este entorno, generando el estrés necesario para mejorar su bioenergética a través del combate, vigilando los tiempos e intensidades de los mismos así como gestionando la mejor recuperación durante los descansos correspondientes.
La problemática de fijar como medio de estrés productivo exclusivamente la práctica del combate libre radica en que los niveles de riesgo de lesión se incrementan de forma exponencial en relación a la duración de este tipo de prácticas.
Muchos luchadores de otras modalidades se centran en recrear entornos de lucha con maniquíes, gimnasias de tipo militar, utilización de instrumental variado como sacos, manoplas, peras de impacto, etc. Con ello intentan recrear condiciones de preparación similares a las del combate, pero reduciendo en la medida de lo posible los riesgos de lesión inherentes a dicha práctica.
Un entrenamiento debidamente planificado debería abordar la progresión en la intensidad dentro del marco de desarrollo de los elementos técnicos y tácticos oportunos. El combate libre nos aproxima a otros valores de tipo psicológico y de mayor imprevisibilidad, pero trabajar la técnica en secuencias de intensidad progresiva, con protecciones, reproduciendo los tiempos de acción correspondientes a los tiempos de combate, puede salvar en parte este problema y garantizar unos rangos de desarrollo de resistencia y potencia aeróbica y anaeróbica óptimos de cara a la competición.
El entrenamiento del Sanda, como modalidad de combate deportivo, exige un enfoque sinérgico y multifactorial.
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