El problema de precipitarse en el Kung Fu infantil
- Francisco J. Soriano
- 28 ago
- 5 Min. de lectura

En las primeras etapas del desarrollo conviene pensar a largo plazo. Un cuerpo sano y operativo a los 25 empieza a forjarse/entrenarse a los 7 con decisiones de carga, variedad y juego bien elegidas. La especialización temprana suele prometer avances rápidos, aunque tiende a hipotecar la base general de desarrollo. Esto ocurre normalmente por fijar objetivos deportivos que se olvidan de la importancia de prepararnos para el futuro de forma íntegra y saludable.
Cuando el entrenamiento se reduce a un conjunto limitado de acciones, el organismo aprende a resolver siempre del mismo modo y se centra en optimizarlas. El precio se paga más tarde con tejidos poco versátiles, ventanas de aprendizaje desaprovechadas y una mayor fragilidad ante acciones que se distancian de las practicadas. Por estos motivos, creemos que cualquier enfoque del entrenamiento infantil debería tener en cuenta los efectos que tendrá en el individuo con el paso de los años y, sobre todo, de qué forma afectará a su operatividad, su funcionalidad y su salud, tanto física como mental.
Un cuerpo sano y operativo a los 25 empieza a forjarse/entrenarse a los 7
¿Qué entendemos por «prepúber»?
Llamamos prepúber al periodo previo al inicio clínico de la pubertad, habitualmente estadio Tanner I, anterior al pico de velocidad de crecimiento y sin el aumento sostenido de esteroides sexuales. Como referencia, suele abarcar ~6–11 años en niñas y ~6–12 en niños, aunque se destaca una amplia variabilidad individual influida por factores genéticos (50-80%) y ambientales. En esta etapa las placas de crecimiento están muy activas, el tejido conectivo madura a buen ritmo y el sistema nervioso muestra una plasticidad singular. Aprovechar todas estas circunstancias nos ofrece enormes oportunidades constructivas en el desarrollo y la formación integral de la persona, en particular a través de las propuestas de entrenamiento marcial adaptado a la infancia.

¿Por qué evitar la especialización temprana?
Numerosos estudios sobre actividad física demuestran que la especialización en estas edades reduce de forma considerable la diversidad de estímulos de desarrollo. Además, lo hace justo cuando el organismo está preparado para realizar todas las exploraciones que enriquecen la futura memoria experiencial del niño. Esta alfabetización motriz se construye con variedad de acciones como correr, saltar, trepar, lanzar, agarrar, rodar, equilibrar y aplicar ritmos en muchas combinaciones. Asumiendo esta amplitud se crean mapas neuromotores densos, se mejora la coordinación intermuscular, aumenta la tolerancia a patrones nuevos y se sostiene y estimula la motivación por la actividad y el entrenamiento. Lo cierto es que, a la larga, quienes han jugado «a muchas cosas» aprenden más deprisa cualquier disciplina específica, progresan mejor, son más creativos, inteligentes y se lesionan menos.
la especialización en estas edades reduce la diversidad de estímulos proyectivos.
Si ponemos el foco en los beneficios que se obtienen en términos biológicos, también podemos afirmar que un repertorio motor amplio favorece huesos que resisten cargas en múltiples direcciones, tendones que transmiten tensión con eficiencia y una arquitectura fascial capaz de distribuir esfuerzos sin colapsar. Ese andamiaje equilibrado y rico prepara el terreno para las cualidades físicas y habilidades motrices del futuro, tanto en lo técnico formativo (formas y bases) como en lo combativo.
Riesgos reales de la especialización
Cuando estrechamos el menú de la motricidad aparecen los síndromes de sobreuso, los desequilibrios entre grupos musculares, la rigidez de los patrones y el agotamiento motivacional. La repetición obsesiva de una misma familia de gestos acelera la mejora a corto plazo, aunque reduce la adaptabilidad, por lo que es preciso que el sistema conserve grados de libertad para reorganizarse.

Quizá lo más importante de todo, es entender por qué se plantea esta especialización temprana. ¿Qué se busca con ello? Creemos que se transfiere a este segmento de edad una tendencia social acelerada y superficial en la que la obtención rápida de recompensas justifica este sacrificio insalubre. Debemos cambiar el paradigma de «pequeños campeones» por el de personas abiertas a todo su potencial de desarrollo, reduciendo al máximo los límites autoimpuestos para ello.
se transfiere a este segmento de edad una tendencia social acelerada y superficial en la que la obtención rápida de recompensas justifica este sacrificio insalubre.

Cómo se programa sin especializar
Aunque hay muchas formas de enfocar estos planteamientos en el marco de las escuelas marciales, en nuestro proyecto formativo hemos optado por las sesiones breves y densas con pausas frecuentes y objetivos claros, fundamentadas en tres ideas principales:
Planificar la variedad. Alternar carreras con cambios de dirección, saltos en distintos planos, escaladas, lanzamientos ligeros, equilibrios dinámicos, juegos de reacción y tareas de ritmo.
Integrar descanso y reflexión. Aprovechar lo descansos para explicar los juegos, las actividades o cualquier advertencia importante para la seguridad y el estímulo.
Progresión técnica controlada. Introducción continua de elementos técnicos en contextos lúdicos, asumibles y llevando a los alumnos a las preguntas que nos interesa que nos hagan para que comprendan poco a poco el sentido de lo que hacen.
Las señales que nos confirman que la dosis establecida es correcta son una técnica limpia, más ganas de repetir o poder mantener una conversación fluida durante el ejercicio. Podemos detectar el exceso cuando aparece cualquier signo de dolor que no remite, posturas que colapsan o percibimos cualquier pérdida de entusiasmo.

Integrar lo marcial sin adelantar la especialidad
En la práctica infantil de introducción al Wushu podemos cultivar las bases y fundamentos sin convertir la sesión en una versión reducida de la disciplina adulta.
Las posiciones de Gōng Bù y Mǎ Bù, por ejemplo, se pueden trabajar como juegos posturales y de equilibrio, con consignas simples y exploración consciente del apoyo. Los juegos de empuje adaptados al juego, tipo Tui Shou, desarrollan sensibilidad, control del centro de masas y lectura del compañero.
Los desplazamiento básicos también pueden desarrollarse practicando un patrón rítmico y de reacción, sin dirigirlo en ningún caso hacia la táctica competitiva pura y dura. El objetivo fundamental es permitir y propiciar el desarrollo potencial global del niño para la práctica y para la vida saludable, no adelantar hoy la técnica de mañana a cambio de una promesa de medalla o de un diploma, hipotecando para ello sus verdaderas posibilidades integrales.
podemos cultivar las bases y fundamentos sin convertir la sesión en una versión reducida de la disciplina adulta
También es cierto que hay que ir encauzando el entrenamiento en términos funcionales, y que hay un momento en el que surgen señales que indican que el alumno o alumna está preparado para ir orientando el trabajo hacia una disciplina concreta. Algunas de estas señales pueden ser una técnica base consolidada en patrones fundamentales, buena tolerancia a la variabilidad, capacidad de recuperar bien entre estímulos y un entusiasmo que se sostiene en el tiempo. A partir de estas señales, proponemos introducir bloques específicos una o dos veces por semana manteniendo un 60–70 % de trabajo multilateral. La especialidad entraría entonces como un foco, no como exclusión del resto.
Si buscamos el desarrollo integral del individuo debemos comenzar con un espacio de exploración muy amplio, diverso y atractivo. Evitar la especialización en edades prepúberes no es en ningún caso renunciar a posibles metas , ni deportivas ni formativas, tan solo comprender que cada etapa tiene sus exigencias de tiempo y maduración natural, y que adelantar los acontecimientos, por más que nos vendan esa película, solo condiciona de forma estrecha las posibilidades de eclosión natural del enorme potencial infantil.
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