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El arte de la guerra con los adolescentes. 8 Claves del Sun Tzu para disolver los conflictos.

 


Cada día nos enfrentamos a una especie de campo de minas en nuestra relación personal con los adolescentes. Como padres, maestros o tutores salimos a pecho descubierto a luchar la batalla del entendimiento, una guerra virtual que parece perdida de antemano. Nuestros argumentos, nuestras recomendaciones y los consejos que salen de nuestra experiencia y de nuestro corazón son derribados antes incluso de incorporarse a la primera línea de la, casi segura, confrontación por el diálogo.


¿Cómo abordar la adolescencia? Un período fascinante y complejo de la vida, que ya hemos experimentado en primera persona, cuyos recuerdos se pierden entre los sueños, las fantasías y las responsabilidades que transferimos en su momento a nuestros tutores. Un terreno que estaba, sin parecerlo, lleno de desafíos, incertidumbres y de una explosiva mezcla de emociones difíciles de gestionar. Y es que nadie nos dio instrucciones efectivas para pasar este periodo y tampoco nos las dieron para saber cómo asumirlo en el otro lado de la muralla, en el que nos corresponde como responsables de estas personas increíbles y maravillosas que son nuestros jóvenes.



En este papel de responsabilidad, nos encontramos intentando, a veces desesperadamente, establecer conexiones con significado mientras navegamos a través de sus cambios de humor, todo tipo de resistencias y una búsqueda infatigable de identidad basada en otros que no somos en ningún caso nosotros: sus progenitores.


Como profesor de artes marciales, hace años que sigo estrategias que no están en los libros de autoayuda para gestionar mi interacción con esta etapa de la vida. Estos libros nos aportan recetas anecdóticas, fórmulas variopintas que dejan de funcionar nada más que miramos a nuestros hijos para establecer el primer contacto con ellos. Ante la ineficacia de cualquiera de estos métodos, decidí centrarme en el asunto desde la perspectiva que nos proponen las artes marciales frente al conflicto, es decir, con la misma estrategia, calma y visión que un general que se prepara para la batalla.


Todas las instrucciones para acertar en el modelo están detalladas por el antiguo estratega Sun Tzu, en su obra maestra El arte de la guerra. Este magnífico y complejo tratado resalta, sobre todas las operativas que propone, que el enfrentamiento no siempre es el mejor camino.


Siguiendo los principios de Sun Tzu, he extraído ocho consejos cruciales para establecer una estrategia oportuna para relacionarnos con ellos. El objetivo es instituir una interacción que ayude a evitar el conflicto y a fortalecer nuestros vínculos con ellos para, desde esa conexión real y profunda, poder guiarlos sin interferirlos. De algún modo, debemos permitir que se expresen y crezcan dentro de los márgenes de sus propios espíritus pero con el apoyo de nuestra experiencia y conocimientos. Os recomiendo leerlos con detenimiento observando cómo os resuenan y cómo podéis identificar momentos reales que reflejen lo que se expresa en cada punto.


 1. Evitar la confrontación directa

Sun Tzu nos dice: «El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar». En este contexto, no podemos ver a nuestros adolescentes como el «enemigo». En realidad, nuestro enemigo son las situaciones que introducen tensión y desacuerdo entre ellos y nosotros.


La adolescencia es una etapa en la que cada elección apunta al objetivo final de la autonomía y la autodefinición. Las decisiones que para nosotros parecen triviales, para ellos y ellas pueden ser importantes afirmaciones que refuerzan ese sentimiento de autonomía. De algún modo, estamos en medio de su necesidad de lograr esta independencia. Si evitamos responder de manera impulsiva, podemos reducir nuestra imagen como obstáculos a sus necesidades. Podremos someter las fricciones que esta percepción va a generar y ganarnos parte de su confianza.


Un buen camino es no entrar directamente en el tema que sentimos que puede generar esta tensión. Podemos encontrar un ejemplo de esto en el libro El cerebro adolescente, que detalla una anécdota sobre este tipo de estrategias:


Recuerdo cuando mi hija llegó con el cabello teñido de púrpura. Sentí el impulso de preguntar por qué había hecho algo tan drástico, pero decidí tomar un respiro. En vez de eso, le pregunté sobre el proceso, eligiendo la curiosidad sobre la confrontación. Esa pequeña elección desvió la tensión y abrió una conversación inesperada sobre su deseo de ser escuchada.


 2. Comprender su perspectiva

Sun Tzu repetía que conocer al «enemigo» es fundamental. En este contexto, el conocimiento es precisamente la empatía. Los adolescentes están en una montaña rusa hormonal, emocional y contextual sin saber siempre cómo expresar lo que sienten. La corteza prefrontal, el área de su cerebro responsable de la toma de decisiones y la autorregulación, todavía está en desarrollo, por lo que estas intensidades e impulsividades son rasgos comunes y normales en esta etapa.


Debemos ponernos en su lugar para entender la dificultad de responder con equilibrio cuando somos presas de emociones desatadas. Aunque somos adultos y maduros, seguimos siendo víctimas de estos programas ancestrales de nuestro cerebro. También discutimos, también nos enfadamos y también nos cuesta un montón salir de algunos estados emocionales alterados. Desde esa perspectiva, podemos ponernos en su lugar y que el diálogo que establezcamos sea un espacio de comprensión empática y refugio en vez de un trozo más de madera en el fuego.


 3. Usar la paciencia como estrategia

En la estrategia de Sun Tzu, esperar el momento adecuado antes de actuar es la base para evitar una batalla innecesaria. Con los adolescentes, la paciencia se convierte en nuestro mejor aliado para la batalla. Un ejemplo de esto es cuando, en lugar de reaccionar inmediatamente ante una actitud desafiante o un desplante, pedimos un momento para intentar comprender lo que nos están diciendo. Dar ese espacio, aunque nos cueste, les hace reflexionar sobre lo importante que es para nosotros comprender lo que quieren comunicarnos y, a la vez, permite que se calmen los fuegos inmediatos que surgen frente a la incomprensión tácita que esperan de nosotros.

 

Otra anécdota que se menciona en el libro El cerebro adolescente es bastante ilustrativa al respecto:


Mi hijo regresó con la nota baja de un examen. Al principio, quise recordarle la importancia del estudio, pero me contuve. Esa noche, hablamos de sus intereses y descubrí que se sentía desmotivado, atrapado entre sus amigos y las expectativas. Esa pequeña espera me permitió abordar el tema desde la empatía, no desde la frustración.


 4. Crear un entorno de confianza

Sun Tzu destaca la importancia de tratar bien a las tropas para ganar su lealtad. Un adolescente, aunque no sea «una tropa», también necesita sentir que tiene un lugar seguro y confiable en el cual puede expresarse. Esto no significa una amistad sin límites, sino un espacio donde, sin importar las circunstancias, se sienta apoyado y valorado sin hostilidades predefinidas.


Cuando los adolescentes sienten la ausencia de juicio, se muestran más dispuestos a compartir sus luchas, y ese es un gran primer paso hacia la comunicación efectiva. Confianza no significa ausencia de límites, sino facilitarles un refugio donde sepan que ser escuchados es tan importante como cualquier otra norma.



5. Anticiparse y preparar el terreno

En El arte de la guerra se enseña que la preparación es la clave del éxito. Para nosotros, los adultos, puede significar prever qué temas podrían causar conflicto y abordarlos en un momento de calma.  Una amistad que consideramos perjudicial, una actitud incorrecta hacia los profesores o unos hábitos que comienzan a asentarse en negativo, pueden ser vislumbrados mucho antes de que se consoliden.


Pero ojo, anticipar no es manipular, sino simplemente reconocer la emergencia de determinadas tendencias y escoger los momentos en que la escucha será más efectiva y el adolescente, más receptivo a nuestro mensaje. Y es que, cuando sabemos de antemano que una situación tiene el potencial de llegar a una discusión, debemos refinar con anterioridad nuestros argumentos y aportarlos de forma que no respondan de inmediato a una visión contraria a la suya, tan solo, que deje un eco de reflexión sobre la base a la que pretendemos hacer alusión.


 6. Ser un modelo para ellos

En muchos tratados militares, también en el Sun Tzu, se insiste en que los buenos líderes enseñan con el ejemplo. Los adolescentes son, sin duda, observadores agudos y críticos de cómo los adultos manejamos el estrés, los desacuerdos, las emociones y todas las situaciones de nuestra vida. Ser un modelo para ellos significa mostrarles que es posible manejar situaciones difíciles con calma y respeto, ofreciendo un estándar de comportamiento que ellos mismos pueden imitar en sus propias vidas.


7. Negociar y establecer límites claros

Los acuerdos satisfactorios para ambas partes evitan la lucha. Esta máxima del libro es fundamental en nuestro proyecto de interacción positiva. En la adolescencia, en lugar de imponer, la negociación de límites se convierte en una herramienta que no podemos dejar de utilizar. Un ejemplo simple podría ser permitirles decidir sobre sus horarios de estudio y ocio con la condición de que revisemos juntos los resultados y que nos permitan ayudarles a ajustarlos según sea necesario.


Negociar no significa perder autoridad, sino compartir con ellos algunas responsabilidades, lo que fomentará su autonomía y les ayudará a comprender las consecuencias de sus decisiones así como nuestro rol como ayudantes más que como directores.


8. Aceptar las fases de desarrollo

Finalmente, Sun Tzu nos recuerda la importancia de adaptarse al cambio. La adolescencia es, sin duda, una etapa pasajera. Saber que esta fase llena de desafíos se desvanece con el tiempo nos permite a los adultos mantener una perspectiva mucho más amplia que la del preciso instante. Cada conflicto, cada tensión, es un fragmento en una línea mucho más grande llena de próximas oportunidades para guiar sin intención de dominar o someter.


Aceptar la adolescencia en su esencia, con sus luchas y descubrimientos, nos permite ser observadores conscientes en lugar de oponentes constantes. Esto, además de ayudarles a sentirse reconocidos también nos convierte en mejores personas, más maduras y comprensivas. El trabajo invertido en llegar a la adolescencia es también una fórmula magistral para seguir creciendo y desarrollando nuestro propio espíritu.


En definitiva, la estrategia y la calma que Sun Tzu nos sugiere nos enseñan que la victoria no siempre es una cuestión de lucha. Adoptando un enfoque estratégico y empático, los adultos podemos construir puentes en lugar de muros, ofreciéndoles guía en un período de la vida en que, aunque son más vulnerables, también están abiertos a aprender, incluso cuando aparentan lo contrario.


Por este motivo, siguiendo con las recomendaciones de este texto ancestral, debemos recordar que cada momento es una oportunidad para sembrar semillas de confianza, respeto y comprensión que florecerán con el tiempo. Como en la guerra, en la adolescencia también podemos optar por ganar sin luchar.

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