El entrenamiento mental en las artes marciales
Mantener la atención intacta durante el combate es fundamental en el rendimiento del luchador. Es una característica que puede y debe entrenarse para mejorar la potencia combativa global del artista marcial. Para diseñar y programar correctamente este tipo de entrenamiento es fundamental entender su importancia, así como conocer las variables que debemos incluir en nuestro diseño antes de perfilar definitivamente los objetivos, tanto de rendimiento, como de procedimientos y de resultados.
La realidad combativa no se mueve siempre en los mismos parámetros de repercusión cognitiva, tiempos de acción y consecuencias derivadas. Por este motivo, el mantenimiento del foco atencional durante la lucha debe adquirir ciertas características de adaptabilidad a estas variables, en esencia intrínsecas a la propia naturaleza mutable del contexto luchatorio.
Por otro lado, también es de gran importancia distinguir con claridad los contextos sobre los que planteamos el entrenamiento de este apartado, ya que podemos apreciar importantes diferencias entre los contextos de seguridad, defensa personal y el ámbito deportivo. Las variables serán específicas y vendrán determinadas, en cada caso, por las diferentes influencias internas y externas que se ejercen sobre cada uno de ellos.
La realidad combativa no se mueve siempre en los mismos parámetros de repercusión cognitiva, tiempos de acción y consecuencias derivadas.
Existen diferentes formas de desarrollar una mejor atención combativa y de ajustarla según las variables que le afecten potencialmente. Este desarrollo de la atención tendrá un componente importante de mejora derivado de la mera práctica luchatoria en la escuela, pero también debe ser perfeccionada a través del trabajo específico en dos dimensiones: establecer una focalización atencional adecuada, así como de su movilización por medio de ejercicios de «entrenamiento mental».
La focalización puede variar en dos dimensiones diferentes: amplitud y dirección. Estas dos dimensiones definen a grandes rasgos cuatro tipos de focalización: amplia, estrecha, externa e interna. El combate siempre nos exige un amplio espectro de focalizaciones y un dinamismo operativo para fluir entre ellas según se desarrollan los acontecimientos de la lucha.
Diseñar ejercicios que nos exijan cambiar o movilizar el foco de atención durante la lucha nos puede ayudar bastante a desarrollar esta agilidad. Definir elementos concretos a los que prestar atención durante el entrenamiento (respiración, posiciones, distancias, acciones concretas de puños o piernas, evaluación de los gestos del oponente, reconocimiento de patrones de guardia, etc.) también son un esfuerzo que, mantenido en el tiempo y de forma oportuna, puede darnos frutos interesantes en esta dirección.
También es preciso aumentar nuestro nivel de control. Sabemos que el foco atencional puede moverse por si solo cuando los niveles de riesgo o la percepción de este aumentan. Este nivel de riesgo activa mecanismos intuitivos que no dejan mucho margen al control que pretendemos. Por este motivo, además del trabajo directo sobre la focalización, debemos asumir trabajos indirectos que tienen que ver con el establecimiento de una sólida escala de valores y con la concreción de creencias específicas relacionadas con las circunstancias, responsabilidades y consecuencias de la lucha.
El combate siempre nos exige un amplio espectro de focalizaciones y un dinamismo operativo para fluir entre ellas según se desarrollan los acontecimientos de la lucha.
Aprender a aceptar la realidad más amplia de cada situación puede ser una forma de reducir la ansiedad producida por la incertidumbre del combate. Nuestra ansiedad se reducirá de forma significativa al aumentar la convicción de nuestros principios de acción y la aceptación de las circunstancias a las que nos enfrentamos, entendiendo que en cualquier caso estamos actuando en los parámetros que consideramos correctos desde lo más profundo de nuestra escala de valores.
Esta coherencia justifica la introducción de los valores marciales (Wude) en el entrenamiento como complemento indirecto activo de nuestro aprendizaje y desarrollo de las habilidades mentales de la lucha. Una herramienta educativa que, lejos de pretender ningún fin moralista o adoctrinamiento vinculado a la filosofía marcial, se perfila como un elemento más que estudiar para comprender su sentido en el marco del conjunto y para aplicar las conclusiones que dicho estudio nos aporte en nuestro entrenamiento diario y en la vida.
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